El asesino trabaja con las manos descubiertas. El fotógrafo también. Y si el ojo identifica la presa que tiene que cazar, es el dedo que cierra la trampa y la captura. El dedo del fotógrafo firma el crimen, devuelve la vida a la muerte soberana, la imagen al recuerdo, el presente al pasado: Usted no existe mas que por haber vivido.
El dedo del fotógrafo como el florete apunta y toca, siempre con astucia, es decir por sorpresa. El dispositivo oculta lo que hace la mano y protege como un guantelete de una armadura para permitir mejor al indice su movilidad, su prontitud y, sobre todo, su secreto.
(fragmento de un articulo del poeta francés Jean Ristal sobre la obra de Franck Delorieux)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario